Mito De Yacumama
Lugar en Yarinacocha, Ucayali
155 m.s.n.m.
Acerca de este lugar
Juan García y su hijo Pedro, de siete años, vivían en una choza a orillas de la Laguna Yarinacocha, en plena selva peruana. Cierto día, Juan se percató de que se le acababan los alimentos y las balas. Como su capataz había ido a cazar por dos o tres días, Juan decidió salir él mismo para comprar las provisiones. Salió a la orilla del río y silbó largo rato; en el centro del agua, un remolino de burbujas pareció responderle. Era la boa o Yacu-Mama, que seguramente estaba durmiendo y digiriendo algún animal. Juan cogió el machete y la carabina, y encerró en la choza a Pedro, pese a que el niño quería acompañarle. Como consuelo, le dejó suris fritos, que le gustaba como golosina. Adentrándose en la selva en su canoa, Juan pareció advertir que el tigre lo estaba espiando entre la espesura del bosque. Juan conocía muy bien la estrategia del felino, que pacientemente vigilaba a su presa antes de atacar. Recordaba que en una noche muy obscura, vio de pronto en la lejanía dos luces rojas que sin duda eran los ojos del felino que le acechaba. Preocupado por su hijo, Juan consideró que no era prudente alejarse mucho de su choza y que lo mejor sería ir hacia un caserío cercano, para conseguir municiones y abastecerse de víveres. En la choza, el niño se comió los suris fritos; luego tuvo sed y quiso bañarse en la laguna, pero no pudo abrir la puerta, ya que su padre la había asegurado con el caparazón de una inmensa tortuga. El niño comenzó a gritar: ¡Yacu-Mama! ¡Yacu-Mama! Qué significa: Madre del río. De la laguna emergió la boa, de unos cinco metros, que avanzó retozando. De un coletazo expulsó el caparazón de la puerta y entró a la choza, ante la alegría del niño. La boa enroscó con la cola a Pedro y lo levantó hasta el techo de la choza. Pero de pronto, la boa volvió la cabeza hacia la selva, como percibiendo algo. De lejos se podía percibir que las aves volaban y los monos chillaban. Era evidente que algo se acercaba amenazadoramente, y efectivamente, de manera rauda, el tigre de la selva entró de un salto en la choza. La boa, con cuidado, descendió al niño en un rincón de la choza y se preparó para luchar contra el felino. El tigre saltó sobre las fauces de la boa, pero esta lo envolvió hasta hacer crujir sus costillas. La garra del tigre, sin embargo, destrozó la lengua de la serpiente, y esta aflojó por un minuto para volver a apretar otra vez, lo que terminó matando al tigre. La sangre de ambos combatientes quedó regada en el suelo. Luego regresó Juan y comprendió con una mirada lo ocurrido. Abrazó a su hijo y, en seguida, acarició con la mano las fauces muertas de la boa, diciendo con ternura: “¡Yacu-Mama, pobre Yacu-Mama!”
Ucayali, Coronel Portillo, Yarinacocha
Categoría: folclore
Subcategoría: Mitos
Tipo: Creencias Populares